domingo, 24 de julio de 2016

OPINIÓN

JUSTICIA A LA MEDIDA
Susana Morffe

Perplejidad es lo que produce la justicia en el mundo y más aún cuando toca de manera local. Venezuela no escapa a la barbarie global, a la suma, contra los Derechos Humanos.

Recientemente el portal dela BBC Mundo publicó una investigación que derivó de trabajos en versión documental-cinematográfico, sobre la matanza ocurrida hace tres décadas en Indonesia, un país musulmán donde los comunistas arrasaron con 500 mil personas, durante la Guerra Fría. En el reportaje se menciona que EEUU, Reino Unido y Australia están acusados de ser cómplices. Lo curioso de la monstruosidad y la justicia, es que “el Tribunal Popular Internacional 1965 en La Haya, formado por siete jueces, 50 años después declaró que estas matanzas constituyeron uno de los mayores genocidios del siglo XX, calificandolo como crimen contra la humanidad”.

En Venezuela, se han denunciado en estos tiempos de crisis y atrocidades, la violación de los Derechos Humanos y las pruebas son publicadas a diario en la prensa nacional e internacional, se han hecho juicios y hasta el momento no ocurre nada, ni ha tenido mayores repercusiones.
Y es que pareciera una historia repetida. En el caso de Indonesia, hubo que esperar tantos años para ahora sacar de los escombros un hecho tan abominable donde perdieron la vida un grueso número de indonesios, sin que se produjera una sentencia.

Así como Indonesia y Venezuela, la historia de la humanidad se ha desarrollado entre la paz y la guerra. El propósito en Venezuela es seguir presionando, asfixiar a la ciudadanía y producir un estallido para lograr un exterminio. El diálogo es una excusa, no es la solución, el revocatorio es la salida, pero frenan la aprobación. Hay que seguir luchando hasta vencer.

La justicia es elástica por conveniencia y no concluyente por lo mismo. Es anomia porque comete irrespeto a las normas sociales. Tenemos casos recientes de las torturas a las que han sido sometidos los presos políticos venezolanos, mujeres y hombres, privados brutalmente de sus libertades inherentes al ser humano, derecho al trabajo, derecho a la vida. En la Isla de Margarita recientemente la Guardia Nacional atacó de manera física, verbal y brutal a una joven, cuando sorteaba la vida para encontrar alimentos escasos que no llegan a las mesas de tantos hogares en el país.

Son finitas las variables que confluyen para que se desaten las guerras y contradicciones en cualquier parte del mundo. En nuestro país, una de ellas es el hambre, el desempleo, la discriminación y la que cobra más fuerza es la relacionada con la justicia. Donde no hay justicia, hay pobreza y donde hay pobreza no se come tres veces al día, como lo aseguró en la ONU, Ricardo Menéndez, Ministro del Poder Popular para la Planificación, citando unas cifras que las preparó seguramente en el comedor de su casa.

Para los venezolanos es un agotamiento la pelea entre el Tribunal Supremo de Justicia y la Asamblea Nacional. Son 24 horas al día que no cesan los ataques y las estrategias uno contra el otro. Mientras tanto, el mandatario viaja, sus ministros y gobernadores actúan como si nada importante sucede y el pueblo pasando hambre y otros mueren por falta de medicinas.

Lo que anima todas estas contradicciones es la lucha por el poder y el egocentrismo que se alcanza como resultado de las ansias que van en aumento cuando se llega y se permanece en el trono. Todos pasan por ser equilibrados, líderes, con visión en profundidad sobre los principales problemas y soluciones para llevar a buen puerto el modo de vida de la ciudadanía. Llegado el momento de gobernar, se olvidan, mágicamente, de los buenos propósitos iniciales y los planes se derriten frente al personalismo y la seducción de la riqueza. La revolución en Venezuela comenzó así, con un proyecto que se torció por dinero.

La crisis ha sido hasta ahora la historia que nos ha tocado vivir en la cuarta y ahora en la quinta república venezolana, frente a la mirada sin luz y el futuro apagado de esperanzas para el pueblo. Los expertos en conocimientos mentales, sostienen que el ansia de poder termina en conductas psicóticas o un trastorno de la personalidad que puede estallar y matar masivamente, en un brote de esquizofrenia. De este modo se justifica el insuperable arsenal comprado por Venezuela.

Vemos en la revolución cómo se ha invertido cuantiosas cantidades de dinero en armas para un supuesto ataque foráneo y en defensa de la soberanía y el territorio nacional. Lo claro es, las armas no son para algo distinto que no sea matar gente y se venden con esa finalidad.

En estos momentos de tanta frialdad para razonar, es necesario evitar la tragedia. Hemos llegado al momento de valorar la vida ¿Cómo podemos ayudar? Siendo solidarios y apoyar con toda la capacidad a unos y a otros. No permitamos que la justicia se ponga perversa contra todos, hay que salvar del amasijo político a millones de vidas inocentes en el empobrecido mundo venezolano. Es lo más grandioso que podemos hacer.

@susanamorffe

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