Hoy les muestro el extracto de mi ensayo “ALZAR LA VOZ”, un compendió de hechos relevantes de nuestra historia reciente, a partir del año 2011. Son cinco años recopilados en este ensayo que coloco a voluntad de los lectores.
Con esto aspiro motivarlos para el respaldo exigido en la consecución de su puesta en las librerías reconocidas por la editorial.
He tenido el honor de contar con el licenciado José Antonio Lárez Fermín, amigo y colega, quien con amable y reconocida experiencia ha prologado el texto, del cual dejo apenas una fracción de sus hermosas palabras para iniciar mi historia en esta apasionante aventura de descifrar con las letras la adusta vivencia que padecemos los venezolanos.
Altamente agradecida por el apoyo.
PRÓLOGO
Alzar la Voz, como expresión, tiene sin lugar a dudas una vinculación objetiva y adjetiva, para todos aquellos que nos sentimos cosmogónicamente ubicados entre Cielo y Tierra.
Y si deslindamos del párrafo anterior únicamente a la palabra Voz, lo hacemos para prefigurar la preeminencia del ser humano, dotado de esa cualidad, para ser creador y difusor de las emanaciones del pensamiento, en su forma más pura.
Sobre las precisiones previas que aquí expongo, hoy quiero, de comunicador social a comunicador social; y por extensión, a todo lector del presente compendio recogido en esta publicación de la estimada colega periodista Susana Morffe, resaltarles que no hay paso de esta apasionada profesional, que yo no haya leído y releído, como igualmente he estado atento, a sus otras modalidades de trabajo en la radio y las relaciones públicas.
El devenir del tiempo me significó la agradable sorpresa de que, llegada mi recalada a mi isla de Margarita, más no repliegue en las lides periodísticas, que aún ejerzo, Susana Morffe se había instalado en esta tierra, desempeñándose como siempre, y de manera prominente, en medios de comunicación de estas latitudes. Es más, por encima de eso, queriendo y batallando con fervor hasta el día de hoy, por las mejores causas de este terruño y sus habitantes.
…Y no es que atreverse implique ser temerario, sino por el contrario, atreverse a decir la verdad es dar la más palmaria contribución para poner cada cosa en el lugar que corresponde, y así poder construir una sociedad meritoria. Se debe ser capaz de ALZAR LA VOZ ENTRE CIELO Y TIERRA, sin temor a rebuscadas descalificaciones
ESCUCHAR UNA HISTORIA
Hubo un reino donde gobernaba una clase política que derrochaba democracia en todas sus ofertas y planes de la nación. Los súbditos divididos en clases, marginados, media y media alta, se acostumbraron al ritmo del péndulo, cada cinco años se turnaba un rey con más democracia y todos bailaban, a ritmo de bolero, una forma de gobierno que permaneció por más de 40 años, mientras los marginados “meneaban su sopa” que estaba en olla de presión a punto de ebullición.
Pasó el tiempo y el reinado se caracterizaba por la bonanza, dinero a granel, debido a que el rey de turno logró amasar gran fortuna con los recursos naturales que tenían para explotar y exportar. Sin embargo, entre blancos y verdes se comenzó a producir una legión de individuos que se adueñaban cada vez más de los recursos y a enriquecer su patrimonio, mientras las arcas de la república quedaban comprometidas.
El piso se erosionaba, existía mucho malestar por una gran diferencia entre ricos y pobres, estos últimos eran engañados una y otra vez. A esta clase pobre de la sociedad los blancos y verdes, y de la diversidad variopinta, les daban materiales de tercera para construir casas o también se los robaban para vivir hacinados en cerros o en áreas inapropiadas para habitar.
En el reino se fue deformando la convivencia humana porque se consideraba que las políticas estaban irremediablemente condenadas al fracaso. Sin embargo, el rey de turno miraba solo hacia un horizonte personal, donde la abundancia, el derroche, las formas de vida familiar eran cuestionadas. Hubo asesinatos, grupos comandos que cometían sicariatos, las cárceles registraban un estado de deterioro y hacinamiento total. Así fue como llegó la demolición de unos de los retenes más atroz, a raíz de una decisión política de un rey que mandaba por apoyo de lo que llamaron “el chiripero”.
Todo era fríamente observado, la vida por arriba era ostentosa, muchos llegaron a estudiar completo, otros carecían de oportunidades, el que no viajó no lo aprovechó; no obstante, por debajo el estiércol corría por las calles, pero una gran clase respiraba con el pañuelo en la nariz. Descontento, malestar, quejas y presagio del final de la democracia, era la comidilla en puerta.
Nadie se dio cuenta de lo que podía pasar y mucho menos de lo que iba a llegar para un reino próspero y quizás envidiado por su producto interno bruto. Llegó el cambio, el rey de turno blanco fue destronado en varias intentonas. Hasta que cabalgando como jinete con malos presagios, apareció el llanerito con una corte militar para posicionarse del patio que, según cuentan, se lo encomendó el propio Libertador de la Patria. En esa locura, se sumergió una gran cantidad de súbditos, entre ellos los marginados…
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Gracias.
@susanamorffe
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