En Venezuela se presentan situaciones particulares y los menos entendidos manifiestan que son insólitas, los más eruditos piensan que son razonables por determinadas circunstancias y los pocos interesados, al menos se pronuncian para asignar que el país tiene lo que se merece. Así de profundo es el “jaleo” que se desarrolla en una charla sobre política nacional y sus derivados.
¿A quién le importa por dónde van los tiros? Parece que detenerse en el asunto no es lo más importante, sino la manera de llegar para destruir y desfasar del territorio a los que han usurpado los derechos, deberes y las estructuras del poder. Muy pocos del común de los mortales se detiene a pensar por qué han sucedido fenómenos electorales en el país como consecuencia de los vaivenes de nuestra historia refrendada a diario. Se exclama: “Vota aquí”, “aquellos son, no digo malos, crueles”, “vende patria” o “hay que sacarlos”; otros invitan a arrimarse al mingo porque la escasez ya tiene nombre y apellido y pretenden ahogar en la pobreza el país.
En el alboroto que se arma por la situación en Venezuela con el corre-corre diario, amas de casa en extremo agotamiento físico buscando alimentos para sus hijos, los transportistas mentando a la que es y no es, médicos en apuros, bachaqueros formando su cámara de comercio particular, políticos y artistas hablando disparates con un libreto que ni el mejor director de telenovelas hubiera imaginado, aberraciones que han sido extraídas de películas y superan a la ficción, matazón de personas que ni Cool McCool con su lema: “Yo amo el peligro” hubiera soñado, así el país va lento y con saltos de rana. En el patio trasero otro poder, el municipal, hace malabares, atacan y también son atascados los que intentan subir un peldaño, demuestran que son “el ombligo del mundo”, pero sin vasos comunicantes.
En esta especie de pantomima colectiva, solo una persona va actuando en silencio para luego emerger como el gran gurú, el que cree arreglará a Venezuela y un poco más allá. Lo hizo el líder eterno, luego le sobrevivió el que menos se esperaba. Si nos volvemos a la historia más antigua, existió un Juan Vicente Gómez, alias “el bagre”, ignorante dictador que superó a otros por los años en el poder. En un “descuido” de su compadre Cipriano Castro, alias “el cabito”, Gómez se montó en el solio de la Casa de Misia Jacinta. En realidad, un poco más atrás la hegemonía militar ha sido una constante en Venezuela. Anterior a Marcos Pérez Jiménez hubo otros flameando su gorra militar y, sin querer queriendo, actuaron con el quítate tú pa´ponerme yo. Así ha ocurrido y seguirá, como lo vemos ahora con el fracaso de un civil mal puesto y las apetencias en la milicia de volver con tradición a gobernar el país.
Las esperanzas de muchos ciudadanos venezolanos están fijas en la próxima elección del parlamento, valiosa oportunidad para sacar o salir de la peor peste revolucionaria instalada en Venezuela, desde aquel “por ahora” y del mandato del hombre del bigotón con gorra, (28 años mandando) ambos en el más allá. Cómo le encanta al venezolano una gorra militar esperando de los eternos estrellados la emancipación en Venezuela.
Al hablar entre nosotros, ¿realmente sabemos quién va a llegar al corrompido trono de Miraflores? ¿Cuáles son las perspectivas genuinas de cada uno? Hay momentos de colocar la cabeza sobre la almohada en el descanso y preguntarnos: ¿Será que el próximo presidente está actuando en silencio y no lo vemos y tampoco lo sabemos? Tal vez, hace rato, el próximo caudillo está entre nosotros calladamente, otras veces vociferando, pero dando pasos certeros porque ya conoce el monstruo por dentro. No es una acción mágica, una persona romperá con todos los esquemas, según los expertos. Si así es o fuera, ¿quién podría ganar la presidencia en Venezuela? No pierdan de vista a los actores de reparto del teatro. Uno de ellos gobernará por un corto tiempo, es tradición, pero ese personaje no tendrá derecho a quitarnos la paz. Un pueblo firme es capaz de ser más ancho ante su peor momento.
@susanamorffe
No hay comentarios.:
Publicar un comentario