jueves, 11 de enero de 2018

TESTIMONIOS RELEVANTES

HAMBRE MALICIOSA
Susana Morffe

Es uno de esos días indefinidos, un sol desaparecido por nubarrones, hay calor húmedo, tampoco llueve, pero todo está seco.

Se ha ido levantando con pereza la actividad en la ciudad. Se refleja en los rostros de la gente la pesadumbre, la risa forzada que simula tristeza ¿Lo que más abunda? Un silencio extraño, calles solas, pocas unidades de buses abarrotadas de usuarios desplazándose por locales de comestibles. Por todos los rincones se escuchan los susurros del hambre.

Ella está allí, parada y con rostro desesperado. Dos niños, uno pequeño en sus brazos y el otro de pie jugando con una chapita en el suelo. Sus ropas van quedando desteñidas por el uso y se nota que en una nueva lavada, desaparecerán.

-Vengo del Luis Ortega (hospital de Porlamar) y ni siquiera le pudieron poner la vacuna a mi hijo. La diarrea me lo tiene flaquito y no hallo que darle porque no consigo nada. Estos desgraciados siguen abandonando a los niños. Ella habla con furia y dolor.

Se llama Ana Virginia, es una joven mujer de 20 años, sobrevive en La Isleta, sector abandonado en la isla de Margarita, sin oficio definido, sin esposo. El hombre se largó para otro estado, supuestamente a buscar trabajo y al parecer se fue como el sujeto que salió a comprar cigarros y nunca más volvió.

-¿Cómo haces para alimentar a tus hijos?

-Ya no hago nada, no tengo fuerza, el hambre me pega, pero voy a los consejos comunales a pedir. A veces me dan algo, otras veces me prometen que pronto llegará la bolsa Clap y que me la van a regalar porque soy familia vulnerable. No sé qué es eso.

-¿Y tienes el carnet de la patria?

No hubo respuesta, pero si un prolongado silencio. Tomé la decisión de no hurgar en su vida con preguntas dolorosas que provocarían el llanto.

En Venezuela no se necesita ser delincuente para estar preso. Los delincuentes andan libres, tomando lo que encuentren, mientras que hay venezolanos y venezolanas, deambulando con el único delito encima de ser pobres, esa clase que ha extendido la política de ambas posiciones. Estar preso en el país es vivir con hambre, ser esclavos de una ideología para que ellos, los políticos del retroceso, coman y el resto de la población muera de mengua. Es la verdad, sin tapujos.

Venezuela sufre un retraso aparatosamente violento, debido en gran medida a la escasa mentalidad de los que dirigen el país; no es un destino, es sencillamente un gran paréntesis prolongado durante 19 años para demostrarnos lo que no debemos repetir.

Lo increíble es que cada ciudadano le da de comer el alimento que engendra el monstruo. Es el insulto y odio que proporciona la bestia como un elixir para aumentar su furia y maldad. Con o sin razón, la población se ha dejado seducir por los anuncios cargados de engaños, los cuales solo han llevado a la gente a la más absoluta indefensión, hasta llegar al estómago. Esa ha sido la estocada. Peregrinos y enfermos por hambre.

El ciudadano que levante la mano y diga quién tiene la culpa es tan ignorante como la bestia. Hemos caído solitos en el abismo, dirigidos por los que solo han tenido a su favor las riquezas y estrategias para manipular, esclavizar y hundir el país en la más absoluta pobreza. Si todo esto no es verdad, cada quien responda cómo llegamos a convertirnos en el país más peligroso del mundo, cuya clasificación la hace el Departamento de Estado de los Estados Unidos, el país que tiene el control y monitorea el mapa mundial, especialmente en Venezuela con la advertencia a posibles viajeros turistas, por los riesgos por carencia de asistencia médica, entre otros.

A Venezuela, en resultados de estudios recientes, advierten "reconsiderar el viaje debido al crimen, disturbios civiles, pobre infraestructura sanitaria y arrestos y detenciones arbitrarias de ciudadanos estadounidenses".

El caso de la joven madre citada al principio de este escrito, es apenas un testimonio medio decente para los que existen en la isla de Margarita, sin enumerar los más desgarradores en el territorio nacional.

El asunto es que la población no debe ni puede continuar en los niveles de pésima calidad de vida, solo porque un grupo de individuos mantiene una organización para destruir el país, con el desmembramiento de la economía y las reveladoras carestías de la vida.

Tenemos que librar de plagas a Venezuela, volverla a sembrar con semillas de alta calidad. No debemos seguir siendo tontos útiles. Lo que tenemos enfrente es catastrófico si tomamos en cuenta que el vivo vive hasta que el bobo quiere.

@susanamorffe
Soy ciudadana.

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