Verdaderamente que no hay diferencia entre lo que está cometiendo el tirano Putin con los niños en Ucrania y lo que está sucediendo en Venezuela con la educación. En ambos impera la agresión despiadada, cargada de sadismo visceral.
Es de conocimiento público lo que se ha informado en las últimas semanas, los estudiantes podrían perder el año de estudios, debido a la suspensión de clases por la lucha legítima y justificada de los maestros y profesores al reclamar sueldos dignos que les permita una vida decente. Son días y tiempo de alta tensión por la ola de protestas y paralización de actividades en las instituciones estudiantiles, tanto a nivel medio como superior.
El descalabro en Venezuela produce descuidos en otras áreas tan importantes como la integridad de alumnos y maestros.
Los enemigos del estudio y conocimientos que debe tener todo ser humano en una sociedad equilibrada y justa, han quebrantado el respeto en los planteles educativos y universidades, sometiendo a la fuerza las actividades educativas.
Una maestra se encargaba de tomar la lista de cada uno de los alumnos que ese día lunes llegaban a cumplir con su asistencia a clase. De 20 alumnos que completaba el salón, apenas llegaron 10, en un día lluvioso por cierto.
La maestra se notaba un poco indispuesta quizás por el día nublado, gris y con precipitaciones constantes, fuertes truenos y movilidad del tránsito totalmente inexistente.
Algo la hizo reaccionar, esa maestra era muy aguda para percibir el carácter emocional de cada uno de sus alumnos.
De pronto una adolescente se desmayó, justo cuando comenzaba el Himno Nacional para entrar a la escuela. Se trataba de Ismenia Acevedo, una niña que ya daba síntomas extraños y una conducta poco común.
Sus compañeros y la maestra rodearon su cuerpo para ayudarla a levantarse del suelo húmedo. El uniforme quedó mojado y sucio, también la media de la pierna derecha.
- ¿Qué te sucede Ismenia?, preguntó la maestra.
- No sé, estoy mareada y con ganas de vomitar, respondió.
De inmediato la niña fue trasladada a un servicio médico cercano y después de la revisión médica apropiada para su situación, el médico informó a la maestra que la chica tenía los síntomas de una desnutrición severa. Quiso ocultar su situación pero fue emplazada a decir lo que pasó.
Con el temor y la inseguridad que mostraba su frágil figura, la niña llorando reveló que sujetos de mal proceder violentaron su casa para robar. Intentaron violarla sin resultados de sus nefastos propósitos, pero fue golpeada y se llevaron todo lo que había en la casa, alimentos y enseres. La madre que es jefa y sustentadora del hogar, había quedado sin trabajo y solo tenían lo poco que se llevaron los ladrones. Desde entonces estaban viviendo de lo que le regalaban los vecinos. Estaban totalmente desprotegidas.
La situación educativa en Venezuela y los tropiezos que a diario deben resolver las familias, coloca al país en una fértil encrucijada de peligro y es momento de detener esta fragilidad social entre alumnos, maestros y un Estado incompetente.
Es menester, pasar al plano de la solución urgente y efectiva.
Los jóvenes comentan sus estudios de historia y les produce repugnancia que mientras Simón Bolívar construía la Patria en un siglo, hoy Venezuela ha pasado 23 años derrumbando lo que tanto le costó esfuerzo al Libertador de la Nación.
Hoy les atormenta la frase: “la ignorancia como instrumento ciego de nuestra propia destrucción”.
Susana Morffe
Periodista
susana.morffe@gmail.com
También lo puede leer en El Nacional https://twitter.com/ElNacionalWeb/status/1637416519461228545?t=Jsh-EyYCsV2yeLP_fb13cg&s=08
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