En Venezuela todo es posible, desde que iniciamos el cacareado cambio de sistema político. De uno redondo pasamos a otro cuadrado, con mentalidades justificadas para tales propósitos.
Llegó el histórico primero de mayo y la población como caimán en boca de caño, se lanzó a las calles a protestar antes de conocer la nefasta noticia que fulminó las aspiraciones de la masa trabajadora, en su legítima defensa para obtener una vida digna.
Del esqueleto, a Venezuela solo le queda el espinazo, porque el grotesco y apátrida régimen, convirtió también en chatarra el salario mínimo. Por cierto, ellos son especialistas en chatarras, nada más recordar aquella compra de armas que hicieron con Rusia, nos da una suficiente claridad sobre todo lo que tocan termina oxidado.
La guerra nos ataca por todos los puntos geográficos del país. Estamos acorralados, la población muere, quizás con más porcentaje que en Polonia en tiempo de Hitler. Susto, pánico, terror se apodera de la población porque la guerra es silenciosa, las chatarras no suenan como misiles o balas automáticas. Señores y señoras, la guerra ataca al estómago de cada venezolano, nos están matando por hambre y apunta a tu mesa.
Lo que sí quedó claro es que las matemáticas inversas que practican en Miraflores, dejan nuevamente encadenada la inteligencia de Pitágoras, al momento de sacar cuentas en dólares.
Al llegar a este punto se desata la guerra de hambre, porque ningún venezolano activo puede sostenerse con 130 bolivares. La causa real es vivir en adelante de unos bonos indexados que catapultan los sueldos y pasivos laborales debido a la supuesta “insuficiencia presupuestaria”.
Los más golpeados por ese nocaut fulminante son los jubilados de la administración pública. Después de haber pasado años pagando su ansiada pensión, hoy pasan a ser parte de la chatarra nacional.
Hasta las “balas frías” han quedado acuarteladas, ya escasea el alimento para tanta gente. Es el nuevo genocidio de estos aciagos tiempos frenéticos por demás. Mientras los soldados de plomo, van exprimiendo lo que resta en las centrífugas.
Ahora Venezuela está en peligro, pero no por un ataque foráneo, sino por un ataque interno. Aquí en nuestro patio se ha desatado una guerra de hambre por tantos anuncios lanzados al aire con Emparan a la cabeza. En una suerte de inteligencia artificial dijo: “Está de acuerdo conmigo la clase obrera”. Le respondieron: ¡NO! Y dijo: Aprobado.
Con este golpe certero pasamos a ser el primer país con un miserable salario y una guerra alimenticia que aún no sabemos cuándo acabará.
Estamos frente a un exterminio de la raza afrodescendiente, cultivada por el régimen y desnaturalizada desde las vísceras revolucionarias.
No hay elección posible en Venezuela, decidir entre una bala de cañón o una “bala fría”, así se debate la vida y muerte de su gente.
La Biblia, el libro más leído sobre la historia del mundo, sentencia lo siguiente: “No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo”.
Susana Morffe
susana.morffe@gmail.com
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