Susana Morffe
Seguir apostando por mi país, es la frase que repiten ciertos venezolanos que confunden el apostar con permanecer a toda costa en Venezuela, pese a los malos tratos que recibimos los ciudadanos con la alimentación, medicamentos, inseguridad y derechos humanos.
El apostar implica en su forma literal, probar a ver qué pasa. Mientras que permanecer a toda costa es un acto de confianza y fe.
En el ambiente crítico que se desarrolla cada día en Venezuela, lo que nos conviene es tener paciencia, la cual no implica entrega, sino por el contrario, es un acto de valentía que permite el crecimiento. Para tener paciencia hay que pasar por aflicciones y estas a su vez van moldeando el carácter hasta llegar a responder con sabiduría ante las adversidades.
Obviamente, estamos frente a individualidades que han actuado sin conciencia para gobernar el país y es la razón por la que nos encontramos en este punto tan delicado para todo la nación.
La paciencia nos va a llevar a tomar decisiones acertadas, a no vernos obligados a caer por error, ni omisión; con la paciencia logramos que la otra parte negativa desgaste su precaria lucidez, con lo cual se irá desmoronando su impaciencia por llegar. Dios actúa cuando tenemos paciencia.
Bien decía el filosofo alemán, Immanuel Kant: la paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte.
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