Estar cerca de ti es hablar conmigo misma porque a todos nos está ocurriendo algo similar: las injusticias de los gobiernos como la pobreza, desigualdad, la escala de valores, el desempleo, que cada vez se hace sentir en cualquier parte del mundo. Pero todos tenemos que ponerle freno a la locura local y mundial que nos atañe porque somos parte de un todo, lo que ocurre en Venezuela puede que tenga implicaciones más allá de sus fronteras y ocurre lógicamente a la inversa.
¿Qué podemos hacer? A cada uno le importa su manera de ver y enfocar los problemas, cada quién tiene una solución, a veces tangible otras intangibles; cualquiera sea la forma de observar y sentir el mundo que nos rodea, tenemos que concluir que estamos llenos de problemas y situaciones imprevistas por donde pongamos el ojo. Cuando el pueblo esta harto, sale a la calle y muestra la fuerza general que exista en un país humillado.
Es posible que en España, México o Estados Unidos ocurran problemas similares, entre uno y otro país; pero amigos, lo de Venezuela es inédito. No es fácil salir de casa a buscar el sustento diario y por la falta de alimentos tengamos que cruzar los dedos para que la cajera del supermercado nos deje pasar un producto, sin tener que alterar el orden totalitario del compre por el número final de su cédula de identidad, en concordancia con los días de la semana. Hoy me toca el arroz, mañana el lavaplatos, pero si llega el fin de semana, los lunes son dramáticos para los que les corresponde comprar ese día. La sorpresa, triste y frustrante, es estantes sin reposición porque el sábado y domingo se lo devoraron. Aumentan las quejas, se devalúan los bolsillos.
Por esas cosas de la solidaridad entre amigos, después de perder mi teléfono celular al completar su vida útil, es decir, se murió, me enfrenté a un problemón, perdí todos mis contactos, sin tener respaldo. La solución era comprar otro equipo, pero, ¿cómo? Los equipos razonables para un bolsillo desahuciado no se consiguen, habría que hacer cola después de un pitazo que alguien dé cuando llegan. La otra solución es comprar un aparato de nueva generación con elevados precios que al final te preguntas si estás comprando un teléfono o una casa con muebles incluidos. Solidariamente una buena amiga, fuera de Venezuela, me ubico un telefonito. Paz para mi apabullante vida digital.
Posiblemente estas cosas nos sucedan a todos, menos a los que están metidos en la política porque a ellos se les facilita los menesteres por aquello del poder y puertas abiertas para comerciantes que los ven como los instrumentos para activar mercancías, entre otras cosillas. A los grandes analistas les encanta hablar de cómo conducir el país, criticar al adversario porque no lo están haciendo bien. Pero ¿Quién le da la razón al usuario, al elector, al ciudadano común, al desempleado?
Algunos tienen la dificultad mental de no ver más allá de su precario mundo y calificar las decisiones de otros como falta de ética, profesionalismo y otros adornos tan domésticos como su escasez cerebral. Nadie se pone en el zapato del otro o se reserva el derecho de opinar sin saber qué es lo que hay o hubo tras bastidores. Se identifica esto como el submundo que crea opiniones equivocadas y ruedan por las redes sociales para atraer más desasosiego y puntos de vistas estrechos; es decir, son los propios deformadores de la realidad, sumado a la sarta de mentiras que utilizan como muletillas, siendo éste su aquilatado recurso para sobrevivir en una construida fauna geocéntrica.
Pensando a voz en cuello, para fidelizar el tipo de descontento de los usuarios del mundo actual, una buena solución sería mejorar los tiempos de procesos personales y asumir con más juicio los patrones establecidos, dando respuestas razonadas, modos de vida ejemplarizantes y opiniones que tengan contenidos aprovechables. En la calle quedó sellada una hoja de ruta. Si te conectas de otra manera, asume el barranco.
@susanamorffe
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